A vore si endevineu de qui ens parla Santiago Posterguillo a aquest rel·lat.
LA PRISIÓN
El nuevo preso entró custodiado por dos de los porteros de la cárcel pública de Sevilla. Corría el año del Señor de 1597 y en aquella ciudad del sur del reino hacía un calor asfixiante. Pero ésa no era, ni de lejos, la mayor preocupación de aquel preso, entrado en años, marcado por el tiempo y la guerra. Miraba atento a su alrededor. No era tampoco aquél su primer cautiverio y sabía que nunca se andaba con suficiente tiento en una cárcel. Tato andar sirviendo al rey y así se lo pagaban.
-¡Entrad de una vez! - le espetó uno de los porteros con desdén.
El preso cruzó la puerta que llamaban del Oro y luego la segunda puerta, esta de reja, que llamaban puerta de Hierro (...).
Llegados al patio de la fuente, le indicaron que subiera por la escalera. El reo recién llegado obedeció disciplinado. No era momento de rebeldía absurdas. Tampoco es que estuviera resignado a ese destino, pero pensaba luchar contra aquel cautiverio de otra forma. Al poco, porteros y preso se encontraron en una galería de la planta primera con pequeñas celdas de ventanas aún más pequeñas. Todo allí era agobiante. El calor sevillano parecía que se te metía en las entrañas y allí se quedaba. Sudaba por todas partes (...).
- ¡Recado de escribir! - Y como fuera que se volvieron con asco, el preso, que de argucias y cautiverios entendía bien, mostró en su mano varias moendas a la par que insistía en su ruego - ¡Recado de escribir! ¡Háganme esa merced! (...).
Llegó entonces papel, una pluma y algo de tinta para escribir. El preso anciando que había hablado de la maldad de los de fuera vio cómo el nuevo reo tomaba el material que le había traído para escribir y cómo se afanaba en redactar lo que parecía una carta (...).
- Muchos son los que escriben rogando perdón a los jueves y pocos los que lo reciben - dijo el preso anciano.
- Lo se - respondió el preso nuevo -. Pero yo he escrito al rey.
- ¡Al rey! ¡Ja, ja, ja! - se destornilló el anciano ante lo absurdo del destinatario, pero pronto calló. En el fondo aquel preso nuevo le había impresionado: o estaba loco o se consideraba alguien cuyo destino podía ser de interés para el mismísimo rey. Seguramente sería un loco. No le gustaba compartir prisión con un loco (...).
Pasaban los días y seguía sin recibir respuesta a su carta. La rutina carcelaria empezó a tomar acomodo en su persona, junto con la suciedad y el tedio y el calor (...). Pero nada de todo aquello le sacaría de allí. El rey era hombre ocupado y tardaría primero en leer su carta y luego reaccionar (...).
El preso nuevo llevaba días con una idea en la cabez, con una hisotira de esas de... novela. Tenía que distraerse o se volvería loco. "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..."
Il·lustració Flamencoexport
2 comentaris:
Hola Bibliosil, magnifico texto
Saludos desde felicidadenlavida;
Un saludo,
Francisco M.
Todos los textos de este libro son muy curiosos e interesantes. Me alegra que te guste Francisco, sin los puntos suspensivos es aún mucho mejor. Te recomiendo el libro.
Un saludito
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